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MI CONFESIÓN


CONFESIONES DE UN ARQUITECTO


A esta altura de la profesión, creo que puedo decir lo que pienso francamente.

Lo que tenía que hacer, me parece que ya lo hice. No creo que a estas alturas, mi vida cambie sustancialmente por ser franco y directo.

Hubo cosas a lo largo de los 42 años que llevo en el oficio, que me gustaron; otras que no tanto y otras que fueron francamente desagradables.

Sufrí muchas veces la falta de respeto, por ser la mía una profesión de las más antiguas del mundo y donde casi cualquiera puede opinar (o al menos así lo piensan los “opinantes”).
El fastidio se produce cuando quien opina no tiene más preparación que su propia incompetencia. 

Algunos Clientes que suponen que eres responsable si el electricista vino o no pudo venir. En el 2º de los casos, si no vino, te preguntan inquisitoriamente el motivo, como si uno estuviese obligado a supervisar además de todo lo preceptivo de la obra, la vida privada de los trabajadores.

En algún caso trabajar para otros clientes ó instituciones (muy, pero muy pocos) fue un verdadero sueño, un privilegio. Una experiencia enriquecedora e inolvidable. Pero siempre, con cualquier clase de Cliente, hubo situaciones de controversia, de discusión, de planteo, a veces de muy mala manera. 
En algunos casos se resolvieron y en otros, terminaron los temas mal y/o muy mal.

Es que meterse en casa, o en la Empresa, o en el Local Comercial de alguien (aunque sea parte de nuestra profesión) trae tensiones. Y como dije antes, en estos temas, cualquiera opina. 

Opinan los clientes, los hermanos del cliente, los parientes, los padres y de forma especial, algún albañil o interiorista o electricista que no dudan en proponer cambios basados en vaya a saber en qué inquietud o en qué interés. 

A veces, las ideas planteadas al Cliente, por estas opiniones, hacen entrar en crisis todo el proyecto. Hubo veces que daban ganas de decirle al cliente: -¿por qué no contratas a este señor que te da tan buenas ideas y me dejas de molestar con esas cuestiones caprichosas; no sabes las horas que me pasé pensando en esto…?

Confieso que en más de una oportunidad lo hice. En algunos casos la obra se recondujo por los carriles pensados y en otras, primó la idea del “enterado” de turno, que siempre me pregunté por qué no habría sido contratado inicialmente!

El desgaste
Pero es de reconocer, que mi profesión, produce desgaste. Y mucho. Se trabajan muchísimas horas; se estudian muchas alternativas, se deben decidir variantes donde intervienen temas funcionales, estéticos y económicos. Se deben evaluar los tiempos. Coordinar las actividades de muchísimas personas.

Y el Cliente cree, finalmente, que por hacer unos planos y visitar la obra, debe pagarte unos honorarios que se los ahorraría…si el albañil o el “opinador” de confianza hubiese ofrecido hacer la obra…No sabe de la que se salvó por no hacerlo!

Pero, si tuviese que empezar de nuevo…no dudes que volvería a repetir mi modesta historia.  

El olor de la obra, la discusión con los operarios, los planos, los presupuestos, enganchan. Y la verdad, la verdad... siempre estamos esperando el inicio de la próxima obra...!

Comentarios

  1. Compañero, la haz bordado. Lo que te pasó a ti, nos pasa a todos los Arquitectos. O a casi todos (salvo Calatrava, Bofill o alguno más...) Ejerzas en el país en que estés, siempre nuestro trabajo es criticado, jaleado, denostado, aprobado, ridiculizado. Todo quisqui opina. Deberías haber comentado tambien las desconfianzas que se tienen por las seudo-comisiones que te ofrecen algunos proveedores por prescribir sus productos. Un abrazo sincero desde Düsseldorf.

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